saber

26 Ene

Si quiero saber quién es un poeta entro al google y me da una información que me satisface, entonces voy al enlace donde tiene su blog y me paseo. En algunos casos las fotos que «cuelgan» son verdaderas obras de arte, en otros hay algún poema realmente hermoso. Claro que Vladimir Holan, Silvia Plath, Juan Ramón Jiménez, Hilde Domin, o Jorge Manrique no tienen sus blogs. Así que debo acudir de nuevo al formato de siempre, al libro o bien bajarme sus poemas a mi libro electrónico. Todo eso no me dará las claves para que la poesía, en el hipotético caso de que no me gustara, me fuese a gustar e incluso a «entenderla».  He leído hace poco que las redes convierten los mensajes literarios en «mensajes líquidos» ahora está muy de moda el concepto del sociólogo polaco Zygmunt Bauman», que dice entre otras cosas: «el chat, por Internet, los teléfonos móviles, los mensajes de texto, la introspección es reemplazada por una interacción frenética y frívola que expone nuestros secretos más profundos al lado de nuestra lista de compras». ¿De verdad es más importante un secreto que la lista de compras? No lo sé. Un secreto no se despliega así como así.

4 respuestas to “saber”

  1. M Cinta Montagut enero 26, 2011 a 10:34 am #

    Creo que Bauman frivoliza en exceso, los chats o los teléfonos móviles para lo que realmente sirven es para abolir las distancias, para crear una cercanía entre las personas que nunca antes se había dado de esta manera. y los chats pueden tener la profundidad de un libro o de una conversación privada ante una copa en un velador de un bar.No acamo de entender la relación entre un secreto y la lista de la compra. Un secreto se puede transmitir por medio de un teléfono móvil, de un teléfono fijo o por un chat igual que mediante una conversación cara a cara.Y como dices la lista de la compra se puedce plegar pero un secreto no.
    Me da la impresión de que Bauman, como otros muchos, no acaban de comprender el mundo en el que vivimos hoy.Yo entiendo la «liquidez» de la sociedad actual más cómo una falta de compromiso con muchas cosas(amores, amistades, relaciones diversas), un feroz individualismo , en la que las nuevas tecnologías no son más que medios y no una causa.

    • M Cinta Montagut enero 26, 2011 a 10:35 am #

      Perdón por la ortografía, la rapidez es mala. El como de la última frase no lleva acento. Y antes debería decir acabo, no acamo.

  2. Manuel Márquez enero 26, 2011 a 12:51 pm #

    Estoy bastante de acuerdo con el comentario precedente, compa Concha, creo que hay ciertos tópicos instalados en la percepción más común y extendida de este cibermundillo, que no hacen más que insistir, una y otra vez, en ideas que poco tienen que ver con su variedad y dispersión. Eso de los «mensajes líquidos», lo reconozco, tiene una sonoridad atractiva, pero, como concepto, creo que sería enormemente discutible. En todo caso, y ya puestos, ¿por qué no gaseosos, directamente -por otro lado, denominación quizá más acorde con su estado físico…-? Aquí, como en el «mundo real», hay de todo: desde mensajes macizos como pedruscos, solidísimos, hasta mensajes volátiles y fluidos, cual gas ligero. En fin…

    Un abrazo y seguimos trasteando.

  3. ana pérez cañamares enero 27, 2011 a 1:01 pm #

    Estoy de acuerdo con los anteriores comentarios. En Facebook, por ejemplo, a veces veo polémicas que alcanzan un alto grado de argumentación (sí, es cierto, debajo hay alguien diciendo que se ha levantado con dolor de cabeza, pero eso no invalida el resto.) Por carta se han contado nimiedades, y también grandes sucesos, hazañas, emociones… igual que en un periódico hay un artículo sesudo junto al anuncio de un crecepelo. O podemos usar el teléfono para avisar de un retraso o para abandonar a nuestra pareja.
    Creo que se tiende a juzgar internet desde la desconfianza hacia lo nuevo, metiéndolo todo en el mismo saco. Pero insisto: el cine da obra maestras -de eso sabe mucho el compa Manuel- y grandes bodrios, y a estas alturas es algo de sobra conocido por todos, un hecho con el que ya no generalizamos para encumbrar o cargarnos el medio en sí.

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